viernes, 8 de febrero de 2019

Mi penúltimo maltrato.

Toneladas de mierda y fango caen sobre mí.
Palabras retorcidas, aviesas, maceradas en el veneno de su propia inquina, lanzadas contra mi persona.
Ingenuamente creí, que mi viejo chubasquero me protegería de su metralla, que los dardos de su miseria no se me clavarían.
Acabo de rodillas contra el suelo, protegiéndome la cabeza de sus dichos hirientes, afilados con los recuerdos más oscuros.
Muda e inmóvil, como una piedra, lucho por respirar bajo la montaña de heces, barro y cieno ajeno. Como cal viva su roce, me produce dolorosas quemaduras que corroen mi carne hasta llegar al hueso.
Sigue vomitando su odio hacia sí mismo contra mi, soy la causante de todos sus males.
Le escucho y desmonto sus teorías, sus falsos recuerdos, su realidad sesgada, sus razonamientos circulares... Guardo silencio.
De mis labios no escapa sonido alguno, ni en lo más terrible de la tormenta de su autodesprecio.
Sus soflama contra mi persona, como si de un viento huracanado se tratase, balancea mi cuerpo casi hasta arrancarme de la roca a la que me aferro, con tanta fuerza que mis uñas se quedan clavadas en ella como tétricas semillas ensangrentadas.
El viento de su insatisfacción ensordece mis oídos, noto como se acerca la lluvia de sus miedos, el fin de la borrasca.
No puedo perder mi concentración, debo seguir aferrada a mi roca. Mi enemigo es el cansancio que debilita mis músculos, mi voluntad, que impide que piense con claridad. El también lo sabe, mi debilidad es su oportunidad.
Arrecia la tempestad con más reproches y autocompasión, embistiéndome con sus preguntas tramposas por todos mis flancos, en un último esfuerzo por hacerme caer.
Mi cuerpo se tensa, se endurece, me hago una con la roca que me sostiene, la que impide que caiga en su pozo de amargura, ahogándome en sus necesidades.
Sus últimos golpes son los más dolorosos, un suave quejido se escapa de mis labios.
Acaba la tormenta

Dolorida, amoratada, sangrante, espero los tibios rayos de nuestro sol tan pálido , tan alejado, que apenas recuerdo el calor de la ternura.
 Levanto la mirada, ante mi se extiende el paraje, cada vez más desolado, de nuestra relación en ruínas.
***

sábado, 24 de noviembre de 2018

Mi quimera.

  Apareces con la luna,
  para desaparecer con ella. 
                                       
    Me como mi anhelo por ti.

  Eres el único suspiro,
  que desvela mi sueños.
                                       
     Me duelen los labios de no llamarte.

  Conjugas dureza con dulzura,
  deshaciéndome bajo tus brazos.

      Me rompo los dedos para no escribirte.

   Tus besos rompen mis defensas,
   marcando a fuego mi piel.

      Me asfixio con tu nombre.

   Cada encuentro fortuito, 
   amenaza con ser el último.

       Me pierdo en tu cuerpo.
       Me ahogo en tus labios.
       Me fundo en tu abrazo.

   Sin pasado, sin futuro, sin promesas...

Esta poesía la escribí el 10 de Noviembre del 2018.

·El 2 de Diciembre del 2018 @NoPennywise me comentó que le recordaba a un poema de Manuel Caballero Bonald llamado "Espera", al leerlo me he sorprendido sobremanera por que se parecen muchísimo. Dentro de mi amplia ignorancia reconozco que no conocía a este autor, mucho menos el poema al que me refiero. Estoy estupefacta, casi en estado shock por el gran parecido de las dos obras, parecen una conversación alargada durante décadas.
 Salvando las distancias, me siento extrañamente complacida del parecido.
Juzguen ustedes...


“Espera”

Y tú me dices
que tienes los pechos rendidos de esperarme,
que te duelen los ojos de estar siempre vacíos de mi cuerpo,
que has perdido hasta el tacto de tus manos
de palpar esta ausencia por el aire,
que olvidas el tamaño caliente de mi boca.
Y tú me lo dices que sabes
que me hice sangre en las palabras de repetir tu nombre,
de lastimar mis labios con la sed de tenerte,
de darle a mi memoria, registrándola a ciegas,
una nueva manera de rescatarte en vano
desde la soledad en la que tú me gritas
que sigues esperándome.
Y tú me lo dices que estás tan hecha
a esta deshabitada cerrazón de la carne
que apenas si tu sombra se delata,
que apenas si eres cierta
en la oscuridad que la distancia pone
entre tu cuerpo y el mío.
De: “Las adivinaciones” (Accésit del Premio Adonais 1951) Ed. Rialp, 1952
Aquí os dejo un enlace a la wiki .
                                       

viernes, 24 de agosto de 2018

Penitencia.



 Recuerdo los días pasados, recuerdo lo vivido.
 Llegaron sin avisar, se instalaron en nuestras vidas como ánimas vergonzantes, siempre un par de pasos detrás de nosotros.
 Nuestras miradas se volvieron recatadamente esquivas, evitándonos así el bochorno. Nos mirábamos sin vernos, con los ojos clavados en nuestros zapatos.
 Empezaron las agresiones a aquellos que se negaban a bajar la mirada.
 Dejamos de lado a nuestras familias, amistades, renunciamos a relacionarnos.
 Volvíamos a casa con la cabeza siempre  baja, siempre perseguidos. Nos encerramos en nuestros hogares, en nuestros dormitorios.  Los familiares se evitaban, ocultos en sus escondites solitarios.
 Ermitaños en nuestra humillación, la deshonra se convirtió en nuestra única compañera con voz de pesadumbre y palabras de desasosiego. 
 Las televisiones dejaron de emitir, las radios emitieron en bucle sus antiguos programas.
 La ciudad amaneció vacía, silenciosa. Los autobuses  guardados en sus cocheras, las vías muertas del metropolitano solo eran atravesadas por las ratas, las únicas que corretean por los andenes abandonados, subiendo a las papeleras en busca de sustento. Los relojes marcaban el paso del tiempo que ya no importaba a nadie.
 Nos ocultábamos del exterior, los edificios con sus persianas bajaban se asemejaban a los ojos somnolientos de unos gigantes monstruosos.
 Las sirenas automáticas quebraron el silencio sin obreros, ni escolares que las obedecieran. 
 Los coches dormían en sus garajes o aparcados en la calle soportando las inclemencias del tiempo. 
 El polvo se acumulaba en los libros de las bibliotecas cerradas.
 Los perros hambrientos, buscaban desesperados entre los restos de basuras cualquier cosa que les matara el hambre aunque no quedaba nada comestible. Sus cadáveres empezaron a sembrar las calles, que servían como alimento a sus congéneres.
 De los gatos caseros solo los más aptos en la caza sobrevivieron, los más fuertes, capaces de luchar por su territorio contra otros felinos callejeros.
 No sabemos cuando empezó la pandemia de suicidios, ni cuantos fueron los fallecidos.
 Escuchábamos como caían por las ventanas, en ocasiones sus gritos, gemidos o estertores nos acompañaban durante horas, incluso días hasta que la muerte les otorgaba la paz. Caían también pesos muertos, los afectados que se suicidaban en sus casas eran lanzados al exterior por aquellos que compartían el espacio. De todos aquellos que murieron solos o en grupos en la intimidad de sus hogares, aún no sabemos ni la cifra aproximada.
 Cuando las provisiones se acabaron, ninguno de nosotros salio de los cubiles donde nos ocultábamos, empezamos a morir de hambre. No hablamos de los episodios de canibalismo, lo que oímos algunos de nosotros aún tapándonos los oídos acompañaran a nuestras pesadillas hasta el final de nuestros días.
 Los que a duras penas sobrevivíamos, dirigíamos  nuestras plegarias a la señora de la guadaña lamentándonos de nuestra cobardía.
 Sin técnicos que las manejaran las plantas eléctricas, con el paso de los días empezaron a fallar. La oscuridad arropo a la ciudad lentamente, como si de un manto de tinieblas envolviera nuestros refugios.
 Temerosos de la noche que se acercaba pues nuestros pecados materializados, susurraban en nuestros oídos palabras de remordimiento que pudrían nuestros cerebros, reflectaban nuestra culpa como fuegos fatuos sobre nosotros.
 Las lágrimas se secaron de nuestros ojos tanto tiempo atrás que las olvidamos. 
 Nuestros cuerpos escuálidos temblaban de frío, de hambre, de miedo a causa de esos visitantes no deseados que no nos daban descanso.
 Tras la electricidad nos quedamos sin agua, las tuberías escupieron sus últimas gotas insuficientes para calmar nuestra sed. Ni aún así salimos de nuestros agujeros lamiéndonos el sudor febril de nuestra piel.
 Se desvanecieron del mismo modo que se materializaron, los ecos de sus voces en nuestro cerebro, permanecieron algo más de tiempo.
 Cuando fuimos conscientes de la partida, miramos a nuestro alrededor incrédulos, el silencio nos sobrevino como un bálsamo cerramos los ojos. Aliviados acogimos  al sueño, tan esquivo hasta entonces, que dadivoso nos concedió la paz de su olvido.
Atemorizados nos aventuramos a salir de nuestros refugios. Cegados por el sol, apenas capaces de caminar a un solo paso del desmayo. El movimiento de nuestras piernas provocaba tal dolor en nuestros cuerpos esqueléticos, tan débiles que pronto estamos empapados de sudor frío, soportando los calambres, luchando por no desfallecer.
 Los más débiles o enfermos cayeron al suelo desvanecidos, pasábamos a su lado sin fuerzas para ayudarles. Los que no fueron capaces de restablecerse fueron devorados por jaurías de perros hambrientos. 
 Caminamos sin rumbo, seres fantasmales asustados, perdidos en el dolor, en la culpa. 
 Los hubo que consiguieron forzar las entradas de algunos ultramarinos y supermercados, entrábamos en silencio,procurando no mirarnos, comimos dándonos la espalda unos a otros. Muchos vomitamos, nuestros estómagos cerrados eran incapaces de tolerar ningún alimento. A pesar de nuestros labios cortados bebimos todo el agua que fuimos capaces.
Nos quedamos en los locales hasta que recuperamos las fuerzas, tras lo cual volvimos a nuestros escondrijos temiendo que regresaran. No lo hicieron.
 Lentamente la ciudad volvió a algo remotamente parecido a la normalidad. Bomberos, policías, hospitales fueron los primeros en reincorporarse.
 Comenzó a repartirse gratuitamente entre la población toda clase de ansiolíticos, antidepresivos y somníferos de todo tipo.
 Quienes volvimos a nuestras obligaciones nos reencontramos con antiguos compañeros o amigos sin deseo alguno de vernos. Nos sentíamos seguros refugiados en el aislamiento de nuestros pensamientos.
 No todos lograron escapar de sus viviendas una vez todo hubo pasado.
 El peor de nuestros pecados, la más terrible de las culpas, se apareció ante nosotros acompañándonos durante una eternidad en la que nos impidió el olvido. Sus murmullos acusadores forman parte de nuestras pesadillas.
 Nuestros muertos ocultos se mostraron, nos mostraron andando a dos pasos de nosotros, sin desviarse, sin alejarse recriminándonos la culpa que creíamos habernos perdonado.
 Avergonzados, asqueados unos de otros evitando hasta la más breve socialización, las miradas esquivas, las cabezas gachas miramos al suelo. El dolor, la repulsión que leíamos otros ojos , eran lo que otros veían en los míos. Los pecados ajenos siempre más imperdonables que los propios. 
 Los más afortunados nos arrastramos por la existencia que nos resta, agradecidos a las drogas dispensadas que nos desconectan de nosotros mismos y de los demás.
 Otros más desdichados incapaces de callar sus voces culpables, de no sentir terror ante otras personas. Escondidos en las cloacas, en los lugares más oscuros, ocultándose, mutilándose, abandonados a su suerte hasta que la muerte los encuentre. 

sábado, 7 de julio de 2018

Génesis.


                                      Tras los dientes del dragón se extiende la nada.
 La devoró al nacer, obstruyendo su garganta.
 El fuego de su aliento creo la tierra.
 La estela de su vuelo el cielo.
                                    
                                      El vacío oscurece su espíritu.
Cruza el firmamento regando con sus lágrimas el mundo. 
De ellas brotaron los marea y los ríos.
Del brillo de su estela surgieron las estrellas.
                                   
                                       Arrancó su corazón doliente.
 Que se partió entre sus garras.
 Sol y Luna los llamo,
 Uno nos ilumina,  la otra nos guía.
                                       
                                      El dragón nos soñó.
Su despertar nos dio la vida.
Al morir regresamos a su aliento.
Almas deseosas de iluminar su espíritu sombrío.   

jueves, 1 de marzo de 2018

Como niños perdidos.

       Del árbol del pecado escogimos,
     sus frutos más sabrosos para deleitarnos
     en el placer de la culpa. 
        Nos bañamos, en el río de la redención
      y el olvido como recién  nacidos sin
      mácula y eternos llegamos, a la orilla 
      dónde el sol de los recuerdos nos
      deleitó, con sus más cálidos rayos bañando
      nuestros jóvenes cuerpos  impuros. 
       La vida, pasaba a través de  nosotros hiriendonos
      con leves estocadas al tiempo que luchabamos
      para no perdernos,  en la vaguedad de la
      normalidad donde todo se difumina.
       Buscamos la esencia. 
       Buscamos la decadencia. 
       Encontramos tan solo quimeras doloridas,
      arrastrándose, suplicando la muerte... 
        Uno a uno se fueron perdiendo, el
      otrora jubiloso ejército de la inconsciencia
      se vio reducido a tan sólo un escuadrón
      de locos visionarios.
        El mundo giraba a nuestro alrededor
      rápido y cambiante. 
        Obsevábamos, en la orilla de nuestro río
      una sucesión de eventos en el cielo 
      solo para nuestros ojos.
       Eramos los del otro lado,
      los que no compraron discursos vacíos,
      los que no se encadenaron a falsas palabras,
      los que escaparon de su prisión 
      para seguir su rumbo. 
        Aunque su rumbo fuera
      ver las nubes pasar. 
      

jueves, 30 de noviembre de 2017

Jauría.

 Los informes, empezaron a llegarnos desde distintos puntos de la ciudad. Mismo modus  operandi con mínimas diferencias. Sutiles disonancias en una melodía muy equilibrada.
 Los equipos Uno y Dos comenzaron las labores de investigación, apoyados en la retaguardia por el equipo Tres.
A Rastreo le costo encontrar algún indicio, en el trascurso de la búsqueda neutralizaron a algunos carroñeros y alimañas. Era difícil sacar algo en claro de esos seres. Los equipos siguieron unas pistas que les llevaron a localizar la guarida.                              La labor de Rastreo había terminado, ninguno de los tres equipos se ponían de acuerdo entre si era un depredador o una jauría.
 Era hora de mandar a Observación, moviéndose con sigilo entre las sombras. Observando cada detalle, estudiando las costumbres, las rutinas. Los informes fueron desoladores. No era un solitario, no era una jauría.
Los dossiers de observación meticulosos hasta la náusea documentaban, como un par de depredadores encontraron un buen refugio, aprendieron a cazar juntos, crearon estrategias... Su relativo éxito atrajo a más y más alimañas que se extendieron por toda la Ciudad, creando una red de madrigueras seguras con las que extender su territorio de caza.
Esos infraseres estaban colaborando, una plaga de violencia, dolor y muerte se cernía sobre la Ciudad.
 Era el momento de Aniquilación y Exterminio. Gracias a la meticulosidad de Observación, el departamento de Tácticas y Estrategia había diseñado un plan para eliminar la amenaza en una noche y de manera definitiva, pero necesitaba de la experiencia en la caza del equipo de Aniquilación para pulir algunos flecos.
Se desplegaría a todo el departamento. La operación sería tipo uno con un nivel de peligrosidad cinco.
Actuarían de manera sincronizada, cada segundo sería vital para que la operación se desarrollase con éxito.
Era la primera vez que se enfrentaban, a varias jaurías de depredadores conectados entre sí. El sigilo y la rapidez eran fundamentales, solo tenían una oportunidad. Debían acabar con ellos de un solo golpe certero, eliminarlos antes de que se dieran cuenta que estaban siendo atacados.
 Escucha proporcionó, información muy relevante ofrecida por las primeras víctimas que habían sobrevivido a sus ataques.
El día D, Aniquilación empezó a desplegarse por la ciudad como un solo organismo listo para atacar, a la lacra que se extendía por su hogar.

Análisis y Vigilancia no duerme. Análisis y Vigilancia siempre esta ahí. Analistas, con turnos de cuarenta y ocho horas sentándose frente a sus pantallas, colocándose sus sondas, disponiéndose a pasar sus próximos dos días frente a tres pantallas parpadeantes llenas de avisos, sospechas y falsas alarmas.
Los analistas, lo sobrellevan como pueden. Cafés, espirulina, semillas de guaraná, drogas legales e ilegales para evitar el sueño o para no perder la concentración. En este  departamento prima la eficacia sobre las formas. Una serie de errores tontos e irrepetibles han provocado, que se extienda una seria amenaza de seguridad ante sus propias narices.
Todo el equipo de analistas estaban presentes observando, con ojos cansados y ansiosos en las pantallas de la sala como se desarrollaban los acontecimientos.
Pasara lo que pasara esta noche, les esperaban horas de trabajo, sintetizando las informaciones pasadas, buscando donde había estado el fallo para no volverlo a repetir. Se depurarían responsabilidades.

 En una sola noche, con una precisión milimétrica Aniquilación acabó con todos los depredadores y las alimañas que los acompañaban. Atrayendo a las jaurías a sus trampas de muerte segura y sufrimiento aleatorio. Al mismo tiempo, un segundo contingente incendiaban las madrigueras y cubiles con todo lo que había dentro.
Parte de Rastreo, participó en la cacería de las alimañas que podían haber escapado de la red que tan meticulosamente habían tejido.
 Antes de que el sol despuntara, despertando a la ciudad, el trabajo fue terminado sin apenas incidentes.
Todos esos depredadores, animales que se nutrían del miedo, del dolor y la sangre fueron aniquilados. Yacían inertes, títeres rotos, sanguinolentos.
 Análisis y Vigilancia estaba a rebosar, en la sala no se escuchaba una mosca, salvo el run-run de los ordenadores. Los equipos que no participaban en la operación fueron llegando allí largo de la noche, el nerviosismo se palpaba en el ambiente, con los ojos clavados en las pantallas, celebrando cada animal caído, cada guarida que ardía hasta los cimientos, cada pequeña rata huidiza que era descubierta y eliminada. Los últimos en caer fueron las rémoras, carroñeros que se alimentaban de los despojos que dejaban los  auténticos depredadores.
 Limpieza, se encargó de la desaparición de los cuerpos y la preparación de escenarios. Cuando todo hubo acabado, un suspiro de alivio recorrió la sala seguido por un tímido aplauso. Entre abrazos, sonrisas y besos fueron abandonando el lugar. Les parecía que el sol brillaba más hasta el aire les parecía más limpio.

 Esa noche, se había hecho justicia en unas pocas horas. Exterminio neutralizo, un peligro que atenazaba a la mitad de la población. Y Limpieza eficazmente, elimino cualquier rastro que pudiera llevar hasta la Organización.
La policía solo encontró ajustes de cuentas, robos con violencia y nada que no fuera normal en una noche de luna llena.
Sobre la ola de incendios acaecidos los bomberos recordaron, que el frío hacia que las personas sin hogar se refugiaran e hicieran lumbre de cualquier manera, provocando los incendios ocurridos durante la noche pasada.
 Eran un secreto, un susurro.
Algunos blog de conspiraciones, escribían sobre comandos de feminazis asesinas que armadas hasta los dientes eliminan o desaparecen a violadores, maltratadores, a todos aquellos que eran un peligro para las mujeres. Muy de vez en cuándo alguno de estos artículos recorrían las redes para mofa y befa de sus autores.
¿Mujeres justicieras? ¿Mujeres ejerciendo la violencia? ¿Mujeres organizándose?
Las carcajadas recorrían los foros. A la mayoría les parecía inimaginable, tan fuera de toda lógica que se escapaban del radar.
 Para ellas, era bueno.
Hartas de ser negadas, cansadas de defenderse, de no ser escuchadas, ni creídas. Un pequeño grupo de renegadas, de mujeres invisibles tomaron la delantera.
 Se asumieron en guerra; en una guerra sin cuartel, sucia e indiscriminada donde solo morían, los contendientes de un bando que ni siquiera sabían que estaban en guerra.
  Pero la ciudad esta viva y la información es una vibración que se agita por el cuerpo social. Lo que empezó, como un grupúsculo de locas de los gatos se fue convirtiendo en una red de solidaridad, de complicidad entre mujeres.
Fue creciendo heterogénea, rica en su diversidad enlazaba a la madre y a la amante, a la beata insatisfecha con la prostituta empoderada. Pequeñas preadolescentes que cuchichean sobre viejos verdes y acosadores. Abuelas en el parque que escudriñan, dando de comer a las palomas, situaciones de violencia, de opresión.
 No era tanto una estructura como una conexión.
Los comandos se organizaban, aparecían y desaparecían. Raramente trabajaban, dos veces seguidas con las mismas personas, alternando en diferentes equipos. Todas las capacidades eran necesarias, todos los tiempos agradecidos.
 Un súper organismo, en su mayor parte invisible, encogiendo, creciendo con múltiples elementos que difícilmente se repetían.
 Una sombra morada reverberante de hartazgo y mala hostia, cerniéndose sobre esos hombres malvados que dañaban y aterrorizaban a las mujeres.
Al calor de un sistema que les protegía, bien alimentados por una sociedad equidistante, los depredadores parecían surgir de debajo de las piedras.
 Ellas eran más. Cansadas de ser presas se convirtieron en una súper depredadora, cuya única finalidad era que el resto de mujeres no tuvieran que ser valientes, ni victimas, eliminando a todos esos elementos que eran un peligro. Para que todas, pudieran andar en libertad en cualquier espacio, a cualquier hora.
                                             
                               ***
               
 Albacete 25 septiembre 20…  12:45am Parque Abelardo Sánchez.

Mujer 35, pasea con sus tres hijos menores de diez años y con un carro de bebe. Sexo de la criatura no computable. BIP.
                                 

Albacete 25 septiembre 20…  12:45am Parque Abelardo Sánchez.

Jóvenes de estética punk beben y fuman sustancias ilegales tumbados en el parque.
                                                       
  12:55am

 Mujer 35, se acerca al grupo de jóvenes con estética punk…

•Pulso no acelerado. BIP.
•Captamos miradas entre mujer35 y chica pelo verde BIP.
#Recomendamos investigar vínculos. BIP. BIP.BIP.
                                                         

domingo, 9 de julio de 2017

Tiempo de cosecha.

   
 El día en que Noelia sorteó, su segundo charco de sangre esa semana, se sorprendió pensando en el gran evento internacional para el que su ciudad llevaba preparándose varios meses.
En ese tiempo, había oído de varios vecinos del barrio fallecidos por sobredosis, ahora tocaba el tiempo de los suicidios. Imagino a cientos de heroinómanos cayendo desde las ventanas, en sus barrios ignorados, como fruta madura. La semanas siguientes, los de “Reto” colapsarían por la cantidad de drogadictos intentando desengancharse.
 La metadona anestesiando a la ciudad…
 Con doce años, Noelia fue consciente de haber hallado un patrón social.
Con sus bolsas del Udaco, sin pisar las fisuras entre los adoquines, escuchó los gritos de unos abuelos que tomaban el sol y cotilleaban en un poyete frente al súper. Con sus bastones, sus boinas y su extraña moda de ponerse pantalones de pana con deportivas que ella ni se molestaba en soñar, ese grupo de abuelos como un solo ser la abroncaron:
-¡Niña, que lo pisas!
Miro al suelo y vio sus Tórtolas nuevas a centrimetos de un charco de sangre seca y viscosa. Era la última huella que dejaba el penúltimo drogata que se tiraba por la terraza.
En ese momento su cerebro le dijo, ya lo tengo.
Desde ese día lo tuvo claro, la sociedad cultivaba a los yonkis pero era el estado quien los recogía.
Con los años desarrolló una teoría sobre los “borderline”, la sociedad y el estado que nunca se atrevió a contar a nadie.
  A saber, que la sociedad enferma de moralismos desarrollaba sus propios anticuerpos, los bordeline, la gente de margen, incapaces de adaptarse a sus dictados  perturbados.
Que  el virus que la provocaba era el estado, que ensalzaba o condenaba a una parte de la comunidad según su nivel de anticuerpos. Estaba convencida de que controlaba la calidad, cantidad y tipo de drogas que se comercializaban.
Los antiguos barrios luchadores, los pueblos o aldeas de comuneros eran arrasados con la lacra de la apatía y de la desidia. Los jóvenes, ya no luchaban por lo que era suyo, demasiado ocupados buscando su próxima dosis o presos de un sistema que les mentía continuamente.
  Con doce años, acarreando la compra de olvidos de su alcohólica madre, Noelia, se convirtió en nihilista.