jueves, 30 de noviembre de 2017

Jauría.

 Los informes, empezaron a llegarnos desde distintos puntos de la ciudad. Mismo modus  operandi con mínimas diferencias. Sutiles disonancias en una melodía muy equilibrada.
 Los equipos Uno y Dos comenzaron las labores de investigación, apoyados en la retaguardia por el equipo Tres.
A Rastreo le costo encontrar algún indicio, en el trascurso de la búsqueda neutralizaron a algunos carroñeros y alimañas. Era difícil sacar algo en claro de esos seres. Los equipos siguieron unas pistas que les llevaron a localizar la guarida.                              La labor de Rastreo había terminado, ninguno de los tres equipos se ponían de acuerdo entre si era un depredador o una jauría.
 Era hora de mandar a Observación, moviéndose con sigilo entre las sombras. Observando cada detalle, estudiando las costumbres, las rutinas. Los informes fueron desoladores. No era un solitario, no era una jauría.
Los dossiers de observación meticulosos hasta la náusea documentaban, como un par de depredadores encontraron un buen refugio, aprendieron a cazar juntos, crearon estrategias... Su relativo éxito atrajo a más y más alimañas que se extendieron por toda la Ciudad, creando una red de madrigueras seguras con las que extender su territorio de caza.
Esos infraseres estaban colaborando, una plaga de violencia, dolor y muerte se cernía sobre la Ciudad.
 Era el momento de Aniquilación y Exterminio. Gracias a la meticulosidad de Observación, el departamento de Tácticas y Estrategia había diseñado un plan para eliminar la amenaza en una noche y de manera definitiva, pero necesitaba de la experiencia en la caza del equipo de Aniquilación para pulir algunos flecos.
Se desplegaría a todo el departamento. La operación sería tipo uno con un nivel de peligrosidad cinco.
Actuarían de manera sincronizada, cada segundo sería vital para que la operación se desarrollase con éxito.
Era la primera vez que se enfrentaban, a varias jaurías de depredadores conectados entre sí. El sigilo y la rapidez eran fundamentales, solo tenían una oportunidad. Debían acabar con ellos de un solo golpe certero, eliminarlos antes de que se dieran cuenta que estaban siendo atacados.
 Escucha proporcionó, información muy relevante ofrecida por las primeras víctimas que habían sobrevivido a sus ataques.
El día D, Aniquilación empezó a desplegarse por la ciudad como un solo organismo listo para atacar, a la lacra que se extendía por su hogar.

Análisis y Vigilancia no duerme. Análisis y Vigilancia siempre esta ahí. Analistas, con turnos de cuarenta y ocho horas sentándose frente a sus pantallas, colocándose sus sondas, disponiéndose a pasar sus próximos dos días frente a tres pantallas parpadeantes llenas de avisos, sospechas y falsas alarmas.
Los analistas, lo sobrellevan como pueden. Cafés, espirulina, semillas de guaraná, drogas legales e ilegales para evitar el sueño o para no perder la concentración. En este  departamento prima la eficacia sobre las formas. Una serie de errores tontos e irrepetibles han provocado, que se extienda una seria amenaza de seguridad ante sus propias narices.
Todo el equipo de analistas estaban presentes observando, con ojos cansados y ansiosos en las pantallas de la sala como se desarrollaban los acontecimientos.
Pasara lo que pasara esta noche, les esperaban horas de trabajo, sintetizando las informaciones pasadas, buscando donde había estado el fallo para no volverlo a repetir. Se depurarían responsabilidades.

 En una sola noche, con una precisión milimétrica Aniquilación acabó con todos los depredadores y las alimañas que los acompañaban. Atrayendo a las jaurías a sus trampas de muerte segura y sufrimiento aleatorio. Al mismo tiempo, un segundo contingente incendiaban las madrigueras y cubiles con todo lo que había dentro.
Parte de Rastreo, participó en la cacería de las alimañas que podían haber escapado de la red que tan meticulosamente habían tejido.
 Antes de que el sol despuntara, despertando a la ciudad, el trabajo fue terminado sin apenas incidentes.
Todos esos depredadores, animales que se nutrían del miedo, del dolor y la sangre fueron aniquilados. Yacían inertes, títeres rotos, sanguinolentos.
 Análisis y Vigilancia estaba a rebosar, en la sala no se escuchaba una mosca, salvo el run-run de los ordenadores. Los equipos que no participaban en la operación fueron llegando allí largo de la noche, el nerviosismo se palpaba en el ambiente, con los ojos clavados en las pantallas, celebrando cada animal caído, cada guarida que ardía hasta los cimientos, cada pequeña rata huidiza que era descubierta y eliminada. Los últimos en caer fueron las rémoras, carroñeros que se alimentaban de los despojos que dejaban los  auténticos depredadores.
 Limpieza, se encargó de la desaparición de los cuerpos y la preparación de escenarios. Cuando todo hubo acabado, un suspiro de alivio recorrió la sala seguido por un tímido aplauso. Entre abrazos, sonrisas y besos fueron abandonando el lugar. Les parecía que el sol brillaba más hasta el aire les parecía más limpio.

 Esa noche, se había hecho justicia en unas pocas horas. Exterminio neutralizo, un peligro que atenazaba a la mitad de la población. Y Limpieza eficazmente, elimino cualquier rastro que pudiera llevar hasta la Organización.
La policía solo encontró ajustes de cuentas, robos con violencia y nada que no fuera normal en una noche de luna llena.
Sobre la ola de incendios acaecidos los bomberos recordaron, que el frío hacia que las personas sin hogar se refugiaran e hicieran lumbre de cualquier manera, provocando los incendios ocurridos durante la noche pasada.
 Eran un secreto, un susurro.
Algunos blog de conspiraciones, escribían sobre comandos de feminazis asesinas que armadas hasta los dientes eliminan o desaparecen a violadores, maltratadores, a todos aquellos que eran un peligro para las mujeres. Muy de vez en cuándo alguno de estos artículos recorrían las redes para mofa y befa de sus autores.
¿Mujeres justicieras? ¿Mujeres ejerciendo la violencia? ¿Mujeres organizándose?
Las carcajadas recorrían los foros. A la mayoría les parecía inimaginable, tan fuera de toda lógica que se escapaban del radar.
 Para ellas, era bueno.
Hartas de ser negadas, cansadas de defenderse, de no ser escuchadas, ni creídas. Un pequeño grupo de renegadas, de mujeres invisibles tomaron la delantera.
 Se asumieron en guerra; en una guerra sin cuartel, sucia e indiscriminada donde solo morían, los contendientes de un bando que ni siquiera sabían que estaban en guerra.
  Pero la ciudad esta viva y la información es una vibración que se agita por el cuerpo social. Lo que empezó, como un grupúsculo de locas de los gatos se fue convirtiendo en una red de solidaridad, de complicidad entre mujeres.
Fue creciendo heterogénea, rica en su diversidad enlazaba a la madre y a la amante, a la beata insatisfecha con la prostituta empoderada. Pequeñas preadolescentes que cuchichean sobre viejos verdes y acosadores. Abuelas en el parque que escudriñan, dando de comer a las palomas, situaciones de violencia, de opresión.
 No era tanto una estructura como una conexión.
Los comandos se organizaban, aparecían y desaparecían. Raramente trabajaban, dos veces seguidas con las mismas personas, alternando en diferentes equipos. Todas las capacidades eran necesarias, todos los tiempos agradecidos.
 Un súper organismo, en su mayor parte invisible, encogiendo, creciendo con múltiples elementos que difícilmente se repetían.
 Una sombra morada reverberante de hartazgo y mala hostia, cerniéndose sobre esos hombres malvados que dañaban y aterrorizaban a las mujeres.
Al calor de un sistema que les protegía, bien alimentados por una sociedad equidistante, los depredadores parecían surgir de debajo de las piedras.
 Ellas eran más. Cansadas de ser presas se convirtieron en una súper depredadora, cuya única finalidad era que el resto de mujeres no tuvieran que ser valientes, ni victimas, eliminando a todos esos elementos que eran un peligro. Para que todas, pudieran andar en libertad en cualquier espacio, a cualquier hora.
                                             
                               ***
               
 Albacete 25 septiembre 20…  12:45am Parque Abelardo Sánchez.

Mujer 35, pasea con sus tres hijos menores de diez años y con un carro de bebe. Sexo de la criatura no computable. BIP.
                                 

Albacete 25 septiembre 20…  12:45am Parque Abelardo Sánchez.

Jóvenes de estética punk beben y fuman sustancias ilegales tumbados en el parque.
                                                       
  12:55am

 Mujer 35, se acerca al grupo de jóvenes con estética punk…

•Pulso no acelerado. BIP.
•Captamos miradas entre mujer35 y chica pelo verde BIP.
#Recomendamos investigar vínculos. BIP. BIP.BIP.
                                                         

domingo, 9 de julio de 2017

Tiempo de cosecha.

   
 El día en que Noelia sorteó, su segundo charco de sangre esa semana, se sorprendió pensando en el gran evento internacional para el que su ciudad llevaba preparándose varios meses.
En ese tiempo, había oído de varios vecinos del barrio fallecidos por sobredosis, ahora tocaba el tiempo de los suicidios. Imagino a cientos de heroinómanos cayendo desde las ventanas, en sus barrios ignorados, como fruta madura. La semanas siguientes, los de “Reto” colapsarían por la cantidad de drogadictos intentando desengancharse.
 La metadona anestesiando a la ciudad…
 Con doce años, Noelia fue consciente de haber hallado un patrón social.
Con sus bolsas del Udaco, sin pisar las fisuras entre los adoquines, escuchó los gritos de unos abuelos que tomaban el sol y cotilleaban en un poyete frente al súper. Con sus bastones, sus boinas y su extraña moda de ponerse pantalones de pana con deportivas que ella ni se molestaba en soñar, ese grupo de abuelos como un solo ser la abroncaron:
-¡Niña, que lo pisas!
Miro al suelo y vio sus Tórtolas nuevas a centrimetos de un charco de sangre seca y viscosa. Era la última huella que dejaba el penúltimo drogata que se tiraba por la terraza.
En ese momento su cerebro le dijo, ya lo tengo.
Desde ese día lo tuvo claro, la sociedad cultivaba a los yonkis pero era el estado quien los recogía.
Con los años desarrolló una teoría sobre los “borderline”, la sociedad y el estado que nunca se atrevió a contar a nadie.
  A saber, que la sociedad enferma de moralismos desarrollaba sus propios anticuerpos, los bordeline, la gente de margen, incapaces de adaptarse a sus dictados  perturbados.
Que  el virus que la provocaba era el estado, que ensalzaba o condenaba a una parte de la comunidad según su nivel de anticuerpos. Estaba convencida de que controlaba la calidad, cantidad y tipo de drogas que se comercializaban.
Los antiguos barrios luchadores, los pueblos o aldeas de comuneros eran arrasados con la lacra de la apatía y de la desidia. Los jóvenes, ya no luchaban por lo que era suyo, demasiado ocupados buscando su próxima dosis o presos de un sistema que les mentía continuamente.
  Con doce años, acarreando la compra de olvidos de su alcohólica madre, Noelia, se convirtió en nihilista.

miércoles, 11 de enero de 2017

Hostilidades.

Los ojos de los muertos, le devolvían miradas vacías.

Se esforzaba por mirar sin ver, deambulando en un barro sanguinolento. Con la primera luz del Alba iluminando, los quejidos y lamentos de los próximos en morir. 
Los gritos prácticamente habían cesado, hubo un momento en que atronaban. Aún se escuchaba algún mamá lejano, como el eco de la letanía monotónica que había gobernado la noche.
 Observó, a los que como ella se movían tambaleantes, en ese horror que poco antes había sido, una sucesión de huertos y cultivos llenos de color. Ahora, un dantesco paraje ABONADO, con los cuerpos de los que cayeron. Regando, con su sangre una tierra que se había vuelto negra.
A lo lejos, creyó reconocer, a uno de sus vecinos. Cada vez que se agachaba, un gorgoteo anunciaba, otro soldado muerto bajo su navaja. 
Supuso que solo distinguiría entre conocidos y forasteros, no sería ella quien le reprobara algo. 
Algunos, pasaban por su lado sin verla, muy concentrados revisando, las baratijas que robaban a los muertos.
Miro al cielo, en un conato de plegaria que no sabía, a quien dirigir o si realmente quería, que fuera ni tan siquiera escuchada. 
 El día, en que el regimiento llegó a la aldea. Fue el mismo día, en que ella perdió la fe, en todo lo divino y en todo lo humano.

 En su pequeño hogar, la guerra era algo, que sucedía a otros. Los quehaceres rutinarios, de la vida, no se detenían nunca. 
Llegaban noticias inquietantes, cuando no terribles que provenían, de lugares en los que nunca habían estado. 
Esto les concedía, un aura de irrealidad. Hasta que la realidad, llego a sus puertas.
El destacamento tomó, la plaza del pueblo.
 Uno de ellos, les informo a gritos, que el enemigo, los malvados, acechaban la comarca.
 Ellos estaban allí, con la única intención de protegerlos. Agradeciendo, de antemano su generosidad, para con sus hombres y el gran estamento que era el ejercito. 
Repitió, lo mismo cuatro o cinco veces. Hasta que su voz fue ahogada, por los primeros gritos de indignación y disparos. Cuando los soldados, empezaron a irrumpir, en los hogares de los vecinos para requisar y confiscar todo lo que se les ocurriera. Especialmente la comida. Los caballos de los generales, comían más y mejor que los aldeanos. 
Reyertas, violaciones, robos y ejecuciones, en pocos días parecían, el orden natural. Una plaga de langostas humanas.
 Que a ella le habían robado todo, no le habían dejado, nada a lo que aferrarse. 
Pero la esperanza era tozuda y un brillo de ella le hacia avanzar por ese campo de muerte
 Un llanto desconsolado empezó, a deslizarse por su rostro al recordar, el sonido de la puerta saliendo de sus goznes, ante la violenta patada, que precedió a la llegada de un grupo de soldados.
 Apuntaron, con sus armas a sus dos hombres. A ella, le golpearon en el estomago, con una culata. Cuando cayó al suelo, uno de ellos la jaló del cabello a la voz, de quieta perra. Se llevaron a la fuerza, a su hijo, el ejercito lo necesitaba más que su familia. Robaron, toda la comida. No dejaron ni las migajas. También querían joyas, oro, monedas pero ellos no tenían gran cosa. Les dieron, las pocas monedas que guardaban, las alianzas, hasta una pequeña cruz de oro, que su madre le regaló, cuando supo de su primer embarazo. 
 Un escalofrío recorrió, su cuerpo cuando visualizó, la mirada perversa del soldado que encontró, a su Andrea bajo la cama. Su pequeña, con el pelo de noche y el cielo de la mañana en sus pupilas. 
La lascivia de su mirada, ante el terror en los ojos de su retoño. La agarró del pelo y arrastrándola la llevo ante los demás. 
Su padre intento luchar, revolverse contra sus captores... Le cortaron la garganta de lado a lado. 
El tiempo se ralentizo, en aquel momento.
La mirada de incredulidad, de su marido, al caer al suelo. La sangre que salpicó, su cara y su ropa. El charco que crecía, pesadamente, alrededor de la cabeza de su esposo. Como la aureola de un santo macabro. 
Los gritos, la devolvieron al drama de su hijita. Que gritaba, que lloraba, que la llamaba... Intento ayudarla, pero recibió un rodillazo en la cara. 
A partir de ahí el vacío. 
Imágenes inconexas, cuerpos extraños sobre ella, el asco, los golpes crueles e innecesarios.
Gritos, risas, algún disparo en el exterior...
El silencio, la devolvió a la consciencia. 
Se incorporó, todo lo rápido que el dolor le permitía. 
Una arcada le hizo vomitar toda la sangre que había tragado y la poca comida que le quedaba en el estomago. Corrió, hacia su hija que yacía sobre un camastro, pero ya no estaba. 
Abrazó su cuerpecito de doce años, frío, amoratado, torturado, profanado, sin vida. 
 - Asesinos. ¡Asesinos, la habéis matado! ¡Os odio, os odio! Matadme a mi cabrones, matadme a mi también.
 Según le relató, su vecina. Pensaban, que en esa casa no quedaba nadie con vida. Entonces escuchó su llanto y siguiendo el sonido de su tristeza la encontró.  Tirada en el suelo, cubierta de sangre abrazando a su hija y a su marido. Ella no recuerda nada de todo eso, como tampoco el haber sido lavada, vestida, cuidada por las otras supervivientes.
La despertó su salvadora. La batalla acabaría pronto, como los soldados se habían llevado a su hijo, tal vez lo encuentre, con vida en el campo de batalla. Ella va, con un grupo de mujeres que también van a buscar a sus vástagos. Rápidamente se levanto y se unió a esas mujeres. 
Cuando llegaron al campo de batalla, cada una se hizo cargo de su propio horror.
 Gritó el nombre de su hijo, que se mezcló con los de tantos otros niños y jóvenes robados, usados como carnaza para alimentar, al monstruo del conflicto.
Las aves carroñeras se adueñaron de lugar, con sus graznidos, sus luchas, bajo la sombra de los buitres que sobrevolaban, sus dominios.
Volvió a gritar su nombre, creyó ver algo, oír algo, entre el alboroto de los pájaros y resto de voces. 
Sí, lo había escuchado, corrió hacia ese tono conocido. Entre una maraña de cuerpos algo pareció moverse, se acercó con cuidado, debajo de otro niño soldado yacía, su hijo más muerto que vivo.
Las tripas, desparramadas por el suelo denotaban, el intento inútil del muchacho de volvérselas a meter. 
Sus ojos apenas abiertos, mostraban tanto dolor, tanta locura que tomándolo entre sus brazos se los cerró susurrándole, que mamá había llegado, que ahora iba a cuidar de el. Que esta vez, lo protegería de todo mal. Sintió como su vida, que apenas empezaba, se apagaba. 
Le besó, mandándole mucho amor para su hermanita y su padre. Ellos estarían juntos, ahora, lejos del dolor y del sufrimiento.
Sin lágrimas, sin voz, de su garganta salió un grito ronco que se unió a los lamentos del resto de sus hermanas, vestidas de oscuridad, rotas, tristes, sobrevivientes silenciadas de la historia.

                                                              *****
Según la historia oficial, un pequeño grupo de aldeas colaboraron con el enemigo. Cuando llego el ejercito se encontraron con hombres y mujeres tan sedientos de sangre patria, que se vieron obligados a defenderse de esos traidores. 
Nadie se acerco a la comarca a preguntar a los que allí quedaban, nadie se intereso en dar voz a las víctimas.

Solo hay una verdad, la oficial, por eso mi relato no puede ser cierto, aunque me lo contara su propia protagonista. 
Que con más años que arrugas me confesaba, que si no fuera por que cada noche escucha, los gritos de su hija y se arropa, con las tripas de su hijo muerto. Hasta ella pensaría que lo ocurrido aquí, era lo que contaban en los libros.