lunes, 6 de abril de 2015

Desvaríos ante una rubia fresca.

Nunca me considerado una persona nacionalista, pero sí que me gustaba haber nacido en España. Me sentía orgullosa de nuestro saber vivir, de nuestro clima, de la forma en que sobrellevábamos las mayores desgracias.
Hace tiempo que no es así.
Me indigna y enfada nuestra pasividad ante el expolio que se comete y se cometió. Que no seamos capaces de levantarnos ante las injusticias que se están cometiendo, o peor aún, que no nos demos ni cuenta.
Me ofende la incultura supina que campa a sus anchas. La credulidad ante el discurso de los poderosos, que nos hace culpar a las víctimas. Que estemos más pendientes de la obra y milagros de una farlopera, cuyo único merito es ser madre de la hija de un torero de tercera, que de las personas que sufren a nuestro lado, dependientes, parados, desahuciados. Que seamos tan cobardes, prefiriendo lo malo conocido. 
España se desangra, en forma de emigrados forzosos y suicidios desesperados, pero deseamos que nos mientan, una y otra vez, por que no queremos reconocer que hemos sido engañados.
Detienen a ciudadanos, cuyo único delito es luchar contra este sistema opresor. Nos cuentan el cuento, de que en otros países están peor que nosotros, sin contarnos que en esos mismos países arden las calles en manifestaciones y huelgas.
Consiguen adormecernos con concursos amañados, discursos de falsa prosperidad y demás gilipolleces.
Nos cuelan una ley neofranquista, como la ley mordaza y nos quedamos tan a gusto, al solecito, con nuestra caña, como la que escribe estas lineas.
Vivimos en una sociedad, en el que la gente se ofende por que retrasen su programa favorito, lleno de chonis y ciclaos, que no aporta ni un solo valor constructivo, por la tragedia de 150 personas asesinadas por un demente.
Un lugar, en el que nos cuentan que han robado nuestro dinero, que pagamos con el sudor de nuestros impuestos, y lo único que hacemos son chascarrillos, cuando deberíamos estar colgando a los culpables, cuando las calles deberían estar ardiendo.
Sonreímos con sorna, cuando vemos una manifestación, una acampada enfrente de un banco que pretende desahuciar a una familia de trabajadores, de nuestros iguales, mientras aplaudimos a corruptos y ladrones.
Somos un pueblo con el alma muerta, donde los valientes fueron sacrificados, educados en doblar el lomo, en asentir ante los palos, un país de Santos Inocentes. Aún tan parecido a que describieron Larra, Unamuno, Valle-Inclán, Buero Vallejo, que me dan ganas de vomitar ante tanta involución. Donde los verdaderos héroes son olvidados, mientras loamos y reímos las gracias de la gente mala, a los que ponemos calles y plazas mientras les aplaudimos, diciendo yo haría lo mismo.
Vergüenza de un país que sigue gritando: ¡Vivan las cadenas!.
Viviendo ese cristianismo pasivo tan católico, que no ha vivido una sola revolucion en toda su historia. Donde todo a sido postureo y mediocridad y nos sentimos orgullosos de una década llena de frivolidad, que ahogo el autentico mensaje. Donde prima el sálvese quien pueda, sin ser capaces de mirar a nuestro alrededor, como los burros. Nos sentimos activistas ante el ordenador, sin ser capaces de unirnos a la manifestación que pasa por nuestra puerta.
Imbuidos en nuestros trabajos mal pagados, mediocres, que nos da lo justo para sobrevivir, mientras ahogamos nuestras ganas de luchar en alcohol y drogas.
¿Española? Vergüenza me da de ser española.