Del árbol del pecado escogimos,
sus frutos más sabrosos para deleitarnos
en el placer de la culpa.
Nos bañamos, en el río de la redención
y el olvido como recién nacidos sin
mácula y eternos llegamos, a la orilla
dónde el sol de los recuerdos nos
deleitó, con sus más cálidos rayos bañando
nuestros jóvenes cuerpos impuros.
La vida, pasaba a través de nosotros hiriendonos
con leves estocadas al tiempo que luchabamos
para no perdernos, en la vaguedad de la
normalidad donde todo se difumina.
Buscamos la esencia.
Buscamos la decadencia.
Encontramos tan solo quimeras doloridas,
arrastrándose, suplicando la muerte...
Uno a uno se fueron perdiendo, el
otrora jubiloso ejército de la inconsciencia
se vio reducido a tan sólo un escuadrón
de locos visionarios.
El mundo giraba a nuestro alrededor
rápido y cambiante.
Obsevábamos, en la orilla de nuestro río
una sucesión de eventos en el cielo
solo para nuestros ojos.
Eramos los del otro lado,
los que no compraron discursos vacíos,
los que no se encadenaron a falsas palabras,
los que escaparon de su prisión
para seguir su rumbo.
Aunque su rumbo fuera
ver las nubes pasar.
ver las nubes pasar.