Sus
blancos ojos se clavaron en el horizonte, observando con su mirada
pálida, el maravilloso espectáculo que su mundo le ofrecía.
Un
mar de sangre baña esa playa de cráneos, aves carroñeras de
esperanzas sobrevuelan el cielo nocturnos graznando lamentos. Como un
coro desacompasado los gritos de los condenados junto con el sonido
de las olas, con olor a herrumbre, crean una bella melodía, si
hubiera tenido oídos tal vez se habría deleitado en ella. El risco
cortaba la playa, como un enorme paredón que quisiera cortar en dos
el mundo que ella habitaba. La luna oscura, proyectaba grandes
sombras y ese enorme muro no parecía tener fin.
Hace
muchos eones, le encomendaron una misión que por desgracia había
olvidado. Su esencia efímera, no fue creada para durar tanto tiempo,
sus recuerdos son nebulosos casi inexistentes. Pero ciertas imágenes
perduraban como destellos, a lo que seguía la acuciante necesidad de
buscar el lugar que aparecía en sus sueños. Y ahora allí se
encontraba, frente a esa enormidad negra y malformada, donde anidaban
las aves que en el cielo graznaban violencia. Deseó, no por primera
vez, que este fuera el final de su viaje que al escalar ese muro
pudiera desaparecer y descansar. Espero a la salida del sol para
ponerse andar entre los millones de cráneos que componían esa
playa, la mayoría rotos o astillados, capaces de atraversarle sus
pies descalzos. Intuía que hubo un tiempo en que avanzaba rauda
sobrevolando el cielo, pero también había olvidado como hacerlo.
Los rayos azules del Sol tiño el cielo de violeta, noto la escarcha
ante la bajada de temperatura que se producía al amanecer, siguió
avanzando tropezando en silencio.
Parecía
que la playa se alargaba a cada paso, temió haberse desorientado y
haber quedado atrapada en una zona ilusoria, donde tu mayor deseo
esta al alcance de la mano pero eres incapaz de rozarlo. Algo en su
interior le decía que de ser así no había sido la primera vez, que
perdió cientos de años y parte de su esencia, en unos de esos
lugares. Un escalofrío recorrió su frágil cuerpo cuando un
recuerdo, como un fogonazo, le hizo rememorar esas horribles zonas de
ilusión moviéndose como un gas indetectable engullendo la energía
de los que atrapaba, un organismo perverso en busca de presas.
Siguió
avanzando, tarde o temprano llegaría a su destino o el olvido la
rescataría de ese inhóspito lugar, noto como su mente empezaba a
apagarse. La determinación tomo el control, adelante, hacia esa masa
negra que la atraía y repelía a la vez.
No
se fijo en las nubes, color de hueso, arremolinándose sobre su
cabeza, ni que los pájaros habían dejado de graznar, solo cuando
las primeras gotas empezaron a caer, deshaciendo su piel calcárea
empezó a sentir que no lo conseguiría. Las lágrimas de los
desesperados, del sufrimiento humano se convertían en tormentas de
ácido en el infierno. En esa playa hermosa y reluciente no había
donde refugiarse, su cuerpo envejecido y débil se deshacía bajo
esas gotas de tristeza.
Sus
ojos fueron lo ultimo de borrarse en lo que antes fue su rostro,
ahora solo sentía dolor, sus huesos se descomponían ante la
violencia de la tormenta. Notaba con tremendo dolor cada parte que
perdía. Los últimos resquicios de voluntad la obligaban a seguir
avanzando, arrastrándose entre esos cráneos que parecían reírse
ante la ignominia de su fracaso.
Sus
ultimas partículas rozaron el muro para desaparecer en el viento
aullante que a la tormenta acompañaba.
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