decimos.
Terminan en un rincón del universo
donde se van pudriendo.
Su fetidez infecta nuestros corazones,
corrompiéndolos.
Paseamos por nuestra existencia
con la mirada perdidas,
como autómatas.
Nuestras defensas nos aíslan del
exterior.
Mientras, la gangrena se
extiende en nuestro interior.
Hace mucho tiempo que dejamos de vivir
para tan solo existir.
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