sábado, 22 de octubre de 2016

Sin titulo

Los rugidos del
alma
atronan los oídos
de los muertos
que se pudren bajo
una tierra
estéril, sombría,
atravesada por
ríos de sangre
semejantes a
heridas abiertas.

La pena es el viento
que la azota,
transportando los
esqueletos de las
esperanzas muertas.

El tiempo, detenido
en ese instante
de dolor intenso,
se diluye en las
lágrimas
de quien esto escribe.

Sintiendo la pena de
un corazón
que se rompe y desgaja
mientras cientos de
perros hambrientos
lamen la sangre
que cae sobre la acera
esperando el festín
de la muerte,

La fiesta de la
desesperanza.

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